Barranca abajo



Se sintió hedor a Roca-Runciman, hace quince días, en la salida descontrolada del gobierno a anunciar un acuerdo con el FMI todavía no concretado. Cualquiera más o menos despierto podía preguntarse qué empujó al staff gubernativo a buscar el salvavidas, sin reparar en si era de goma o de plomo, y gritar a los cuatro vientos la buena nueva de la partida ganada cuando recién se estaban empezando a repartir las barajas.
Y ya que estamos en terreno de tahúres, hasta un novato sabe que mostrar las cartas es empezar a perder desde el vamos. Anunciar públicamente un acuerdo que apenas se comienza a negociar es entregarse atado de pies y manos a cualquier condicionamiento que se imponga desde la otra parte, sin margen para el regateo. No hay que ser muy pillo para darse cuenta.
A menos que al gobierno no sólo no le importe, sino que anhele fervientemente vender el país como carne podrida, a sabiendas de que el salvavidas es de plomo.
Algo de eso quedó claro en declaraciones de Luis Toto Caputo de hace apenas tres días. El ministro de Finanzas, que fuera interpelado en la Legislatura por el conflicto de intereses que genera la incompatibilidad de su actividad privada y su actuación pública, manifestó recientemente que “tenemos que dar certeza de que, independientemente del gobierno que esté, lo que no va a cambiar, lo que no vamos a cambiar los argentinos, es el camino, es nuestras políticas”.


Pasando en limpio, o hablando en criollo, la cosa queda más o menos así: en Argentina no hay consenso sobre el modelo de país que se persigue. En otras latitudes se acordaron pactos entre las fuerzas políticas mayoritarias en pos de la estabilidad y previsibilidad de los negocios. Como eso aquí viene siendo imposible por la paridad de fuerzas –los triunfos alternadamente se inclinan hacia uno u otro lado–, y por el antagonismo irreconciliable de ambos proyectos políticos, la solución de Cambiemos es encorsetarnos a la fuerza. A falta de acuerdo, convenio o contubernio, nos endeudaremos todo lo que haga falta y firmaremos todos los compromisos que sean necesarios como para condenar de una vez y para siempre el destino del país según el criterio de los poderosos. Ese es el concepto de democracia Cambiemos Style.
Hay que aclarar que los admirables acuerdos firmados en otros lares por civilizadas fuerzas políticas siempre fueron en desmedro de los menos favorecidos. Y si no, que nos digan los españoles de a pie por dónde se pasarían ahora, si pudieran, los Pactos de la Moncloa, que en su momento fueron exhibidos como la quintaesencia de la cultura cívica y que hoy han devenido en el amancebamiento ruinoso (para quienes tiene que yugarla) entre el PP y el PSOE.
Resumiendo: llegamos a un nuevo pacto Roca-Runciman (firmamos lo que sea, las condiciones las ponen ustedes), pero a diferencia del original es lícito dudar de que la nueva versión esté determinada por la desesperación de la urgencia. Parece más bien el fruto razonado de una decisión madura: inventar una crisis que no existe, endeudarse indefinidamente sin el menor sentido de responsabilidad pero con la solapada intención de condicionar exprofeso la salud financiera del país y, a falta de turbulencias globales serias, aprovechar como excusa un movimiento de poca relevancia en las tasas de interés de los centros económicos del mundo para echarse en los brazos del FMI y encadenar la autonomía del país a un alineamiento forzoso con las potencias imperiales.
Sería algo así como una versión soft de la doctrina del shock. Un golpe blando, pero no político, sino económico.
Como nota de color, las declaraciones de Caputo fueron hechas en la AmCham, que es la Cámara de Comercio de Estados Unidos en la República Argentina. ¿No es hermoso? Pueden disfrutarse en toda su extensión en https://www.youtube.com/watch?v=c4fhIsjTkwM. Los amantes de la letra impresa encontrarán una fatigosa transcripción de lo medular en https://www.lanacion.com.ar/2136560-caputo-antes-el-mercado-nos-financiaba-el-gradualismo-el-fmi-nos-hubiera-pedido-una-velocidad-mayor.

La azafata del tren fantasma

No fue lo único destacable en la exposición de Caputo. “Heredamos una situación política, económica y social que nos hacía muy dificultoso elegir otro camino que no fuera esta convergencia gradual […]. El mercado en ese momento sí financiaba ese gradualismo. Tal vez el Fondo nos hubiera pedido una mayor velocidad”. No deja de ser digno de elogio el novedoso eufemismo de llamar convergencia a lo que el vulgo de poco roce y escaso don de gentes conoce desde siempre como ajuste.
Pero hay más: “Hoy el mercado nos va a estar pidiendo lo mismo que el FMI”. Lo cual viene a ser una declaración de principios: se acabó el gradualismo. Si es que alguien puede llamar gradualismo a una devaluación de la moneda del 150%, aumentos de más de 200% en el transporte, de más de 300% promedio en los servicios, de 100% en los combustibles y con una inflación que está pisando el 100%. Y todo en tan sólo dos años y medio de gobierno.
Así que prepárense, porque viene lo jodido. Se acabó el gradualismo. Hasta ahora, todo fue coser y cantar.
Y todo así, ¿eh? A lo macho. Haciendo lo que hay que hacer. Para eso armaron hasta los dientes a las fuerzas de inseguridad, las entrenaron con torturadores de élite israelíes, ensalzaron la mano dura y justificaron los crímenes cometidos por efectivos demasiado entusiastas.
Ahora, peligrosamente, el gobierno del diálogo que nunca dialogó está entrando en la etapa autista. Porque una cosa son los desplantes negacionistas pero conscientes a cara de cemento de Marcos Peña, y otra muy distinta los arrebatos inflamados de Frau Blücher Carrio, para quien ya no sólo son culpables los trabajadores, los pobres, los objetores de conciencia o los disconformes que no quieren trabajar, porque en este país no trabaja nadie, sino últimamente también los productores del campo, a quienes dirigió el ultimátum de liquidar la soja y Hacer patria (http://www.perfil.com/noticias/politica/elisa-carrio-acuso-al-campo-de-retener-la-soja-empiecen-a-liquidar-para-que-entren-divisas.phtml). ¿A qué meter a la patria cuando se habla de negocios? Recordó al respetabilísimo Juan Carlos Pugliese, que cometió aquella gaffe en medio del desquicio final del gobierno de Alfonsín, al declarar que a los empresarios “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”. Caramba, don Juan Carlos, le contestaron con el bolsillo porque eran empresarios, usted era ministro de economía, y estaban hablando de plata. El equivocado era usted, no ellos.
La diferencia, claro, está entre un hombre digno y decente a quien duele ver dar un paso en falso, y el permanente show de megalomanía, egocentrismo y ridiculez con el que la salvadora de la patria insiste hasta el aburrimiento. Se podría cantar con Serrat “si no fueran tan dañinos, nos darían lástima”.
Para abundar, la estandapera psicópata, como han dado en llamarla en las redes, a posteriori la emprendió contra la Unión Industrial Argentina, acusando a los empresarios de golpistas (https://www.clarin.com/politica/elisa-carrio-redoblo-criticas-acuso-laboratorios-uia-querer-voltear-gobierno_0_rJ44jxb1Q.html).
Ya no van quedando enemigos que inventar a quienes echarles la culpa. La inveterada costumbre implantada por Macri desde sus tiempos de Jefe de Gobierno de que el responsable de cualquier problema o adversidad siempre es otro ha devenido en un mecanismo de autoencierro mediante el cual la administración Cambiemos se despega de sus obligaciones, pero también de las simpatías profesadas por sectores afines.
Sin embargo, este barranca abajo, este derrumbe político, social y económico a ojos vista no les preocupa tanto. En un mundo globalizado, en donde las grandes corporaciones compiten en recursos y poder con los Estados nacionales, y con la lógica que privilegian Macri y sus secuaces, ya decidieron que la única alianza suficiente y necesaria debe establecerse con los poderosos de afuera, que tienen el know-how y a los que simplemente hay que comprarles la franquicia.


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