El militante emocional
Se difundió
un audio de Rita Segato opinando sobre el golpe en Bolivia y en las Pampas se
armó un revuelo que quizá haya tenido matices más interesantes en el Altiplano, con una mayor cercanía
y una mejor comprensión de la situación.
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Evo Morales y Rita Segato |
El audio de
Segato se realizó expresamente para Radio Deseo, que se promociona como “la
única radio feminista de Bolivia” (http://radiodeseo.com/).
Lo cual no impidió que, obviamente, Infobae levantara el contenido para
recortarlo y titularlo a gusto y piacere.
Para lo que
quiero decir, resulta irrelevante el audio en extenso de Segato, que no
obstante es muy jugoso y vale la pena la escucha (https://www.infobae.com/america/america-latina/2019/11/20/rita-segato-durisima-con-evo-morales-dijo-que-no-fue-victima-de-un-golpe-y-recordo-su-machismo-y-autoritarismo/).
En definitiva, su argumento se restringía a dos proposiciones, de mutua
implicación.
Por un lado, lo
que ella denomina “la mochila de la Guerra Fría”, esa lógica binaria de la que
está presa buena parte de la población argentina que se piensa a sí misma como poseedora
de pensamiento crítico, pero en cambio necesita encasillar la realidad en antinomias
tranquilizantes: bueno-malo, negro-blanco, River-Boca.
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Radio Deseo 103.3 fm |
Por otro, son
esas mismas anteojeras las que impiden toda crítica al momento actual boliviano,
entendiendo por crítica el análisis de las razones que llevaron a un
debilitamiento de la estructura de poder, debilitamiento que a su vez creó condiciones
favorables para un golpe que en otro momento hubiera sido imposible concretar.
Si alguien todavía no lo sabe, Segato fue al cadalso por sus declaraciones. No suscribo
en detalle cada uno de sus razonamientos que, por otro lado, como se
dijo, no son relevantes aquí. Me interesa hacer foco sobre ese habitante de las
redes tan proclive a empuñar la lanza con poca información y considerable prejuicio,
que se enrola en el progresismo y se cree políticamente responsable.
Que elige
como objeto preferido de mofa al votante macrista de medio pelo, capaz de
tragarse sin masticar lo que le llega por los medios, o dejarse manipular por actuaciones
fraguadas en el coaching, o alinearse donde le digan y pelear lo que le ordenen sin tener razones claras.
Esos esclarecidos
que no paran de enrostrarle a los votantes de enfrente los fraudes de los que
han sido víctimas, y que, con sonrisa canchera, les explican cómo los engrupe Durán
Barba.
Durán Barba,
aquel que dijo que “desde el punto de vista práctico, son los sentimientos los
que permiten entender la forma en que se mueven los electores”.
Es increíble
cómo, a veces, la caracterización del contrario resulta un espejo en el que
verse reflejado.
Ser del palo
Ser del palo
es uno de los principales axiomas de lo que podríamos llamar el militante emocional. Un tipo situado
en una posición dura, pero que “toma normalmente su decisión movido por
sentimientos enmascarados en un discurso racional”, como diría don Jaime DB.
De las
observaciones que hace Segato al accionar de Evo Morales, la más gráfica e
irrebatible es la del plebiscito. Las demás, pueden ser opinables; de hecho no
concuerdo con algunas. Pero lo del plebiscito es demasiado burdo.
¿Cómo podemos
calificar el hecho de convocar la opinión del pueblo para luego desconocerla y
apelar al acostumbrado “per saltum”? ¿No es una burla a la población? ¿Para qué
le pidieron opinión a la gente si luego iban a hacer lo que querían? ¿No tendría
razón quien se sintiera defraudado y le retirara su confianza al gobierno? ¿Cómo
reaccionaríamos si, en lugar de Evo, el autor de la morisqueta hubiera sido
Macri? ¿No habríamos pedido su renuncia en las calles? ¿No habrá sido el pueblo
boliviano demasiado respetuoso, o demasiado conocedor de que era preferible tolerar pacientemente
semejante desplante a exponerse a un mal mayor, sin por eso dejar de percibir la inconsistencia?
¿Y resulta
que ahora, en medio de la lucha, no es el momento de recordarlo? ¿Y antes, en
el triunfo, tampoco? ¿Cuándo, entonces? ¿Por qué los militantes emocionales no salieron
con la misma enjundia que ahora, cuando se produjo la trampa al plebiscito y
aún se mantenía firmemente el poder por el mango, a denunciarla? Justamente,
porque son militantes emocionales. Bastante parecidos, al fin y al cabo, a los globertos de los
que tanto se ríen.
La crítica quizá
le sirva al enemigo, hará con ella sus miserabilidades por ahí. Pero más tiene que servir al campo propio. Porque no hay margen
para los errores. Porque aún con todo el pueblo a favor, la entente mafiosa y nefasta
que se va a enfrentar siempre es demasiado poderosa. Un paso en falso y fuiste.
Porque, como
dice Segato en su más lúcido aporte, “cuando el proyecto histórico que tiene
como meta un mayor bienestar para más gente comete un error, se paga con
sangre, y se paga con sangre de los pueblos”. Evo, por suerte, está en México. Hubiera
sido una inmensa tragedia su magnicidio; no sólo en lo humano, sino en lo
simbólico para la lucha boliviana y sudamericana. Evo está a salvo, y eso hay que festejarlo. Pero
los que están muriendo en las calles no tienen ese privilegio. Y acá no se
está diciendo –hay que aclararlo todo, por las dudas– que la culpa de los muertos la
tiene Evo. No, la culpa la tiene Estados Unidos y la derecha asesina de
Bolivia, asociada con toda la derecha continental y con el soporte financiero
de los grandes negocios.
No hay margen
de error porque lo que se enfrenta es demasiado maligno, y encima cuenta con recursos casi ilimitados. Sólo con cohesión
absoluta se lo puede enfrentar exitosamente.
Esa cohesión
fue minada. ¿Por elementos externos? Indudablemente: siempre están listos para
las operaciones de zapa. Pero mucho más dañinos son los errores propios. ¿Cómo
no verlos, cómo no señalarlos, cómo no fijarse en ellos a la hora de intentar
comprender lo que está sucediendo, y por qué está sucediendo?
Campeones morales
Segato hace
también referencia a una metáfora futbolera: todo es River-Boca. Traigamos a
colación otra: lo que vale en el fútbol, al final del día, es el resultado. Si es
jugando lindo mejor, pero la idea siempre es ganar. En caso de salir
derrotados, la frase común es “no merecimos perder”.
La idea de
merecimiento es incompatible con el fútbol, a menos que uno aspire al premio
Fair Play, o al Reconocimiento a la Bonhomía, o a la Medalla a la Elegancia en
el Vestir Deportivo. Ahí sí, quizá el merecimiento cuente, pero en la cancha
no. En la cancha hay que manejar el juego y hacer goles. Todo lo demás es
cartón pintado.
En política
pasa algo similar. Las expresiones populares siempre enfrentan una lucha
desigual. Siempre la tienen difícil. Siempre les toca jugar contra Los
Galácticos. A veces consiguen ganar. Y cuando están allí, tienen
que cuidar el arco a como dé lugar, todo el tiempo que se pueda resistir. Para ello, no tienen que desentenderse de su base de sustentación, que debe ser, que necesita ser lo más amplia posible, porque con los incondicionales no alcanza.
Ser campeones
morales, como siempre, no sirve para nada. Endurecerse en el poder es endurecer
las bases antes que endurecer las vanguardias para que se conviertan en patrullas perdidas.
Ahora y
siempre, es necesario comprender por qué pasa lo que pasa. Al igual que aquí en
2015 (aunque sin golpe), se hace imprescindible analizar y detectar los
errores. Si hay que esperar el momento correcto, resulta que no llega nunca. No
hay momento correcto. El momento correcto es siempre, todo el tiempo. Corregir el
rumbo es una conducta permanente para llevar el barco.
Walsh era de los que sabía que la crítica era parte de la práctica política cotidiana. Eso no le impedía luchar cada día. Quizá no tendríamos que lamentar su muerte si los que cortaban el bacalao no hubieran sido partidarios de la idea de que "no era el momento de hacer críticas".
Remember Durán Barba: "Somos simios con sueños racionales, pero usamos poco la cabeza". El determinismo malévolo de don Barba se corrige reemplazando el pero por un cuando.
Construir ídolos
no ayuda. Y oposiciones binarias, menos.
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