Carambola doble

 

Fuente: perfil.com
https://www.perfil.com/noticias/politica/es-para-axel-la-conduccion-la-reaccion-al-audio-de-cristina-y-la-marcha-peronista-los-festejos-en-el-bunker-de-kicillof.phtml

Como en una carambola doble, de un solo golpe Kicillof coronó dos bolas preciadísimas. La primera y más ostensible fue el triunfo demoledor de Fuerza Patria sobre La Libertad Avanza. Menos notoriamente, pero de manera más categórica aún, avanzó casillas significativas en el juego de la oca del peronismo.

El azar, o más bien el discurrir de los acontecimientos, tuvo bastante que ver: hasta hace muy poco, dos meses y días atrás, el mismo Kicillof abría el paraguas, recordando que hacía 20 años que el peronismo no ganaba una elección intermedia. Los esfuerzos mezquinos por la unidad no hacían más que desalentar a la tropa propia y el triunfo oficialista en caba presagiaba lo peor. Curarse en salud parecía lo más prudente.

La ayuda más inestimable vino del propio gobierno nacional, que se cansó de pegarse tiros en los pies. Al escándalo de la cripto Libra se le sumaron las 100 muertes por fentanilo contaminado, los vetos del Congreso, las agresiones a menores con discapacidad y, como frutilla del postre, el bocón de Spagnuolo deschavando los curros de la Hermana Karina, precisamente con las compras de la agencia de la discapacidad.

Era como para tomar recaudos, pero no: sin necesidad alguna, Milei decidió que lo más pillo era nacionalizar la elección provincial. Se metió en la campaña, se peleó con los que le tiraban lo que tenían a mano mientras la economía fugaba al infinito y, cuando todo estaba bien podrido, se fue a Estados Unidos para nada. Cosas de novato.

Apenas un mes antes, su ex canciller Diana Mondino lo definió como un mequetrefe con pocas luces que se pone a delinquir y no sabe esconder la mano. Pero lo planteó elegantemente, en la figura de una disyunción:

Kicillof encontró ese regalo del cielo para apuntalar lo arriesgado de su jugada. Sin romper lazos para conservar la unidad, había desafiado la sentencia de la pitonisa de San José 1111 y desdoblado las elecciones. Imprevistamente, dotó por una vez a la provincia de Buenos Aires de una agenda propia, de la que siempre careció.

Hace 145 años, Leandro Alem alegaba proféticamente que federalizar la ciudad de Buenos Aires descabezaría a la provincia: en lo sucesivo sería un apéndice del poder central. Así fue desde entonces. Acaso este sea el comienzo de una etapa verdaderamente federal.

El segundo choque que envió la otra bola a una tronera se dio hacia adentro, donde el kirchnerismo debe resignarse a reconocerse como una corriente interna más, no hegemónica, del peronismo. Debió haberlo hecho hace tiempo. Del mismo modo que el glaciar Perito Moreno en El Calafate, la fuerza está en retroceso. Pero a diferencia de la masa helada, que ya no ostenta el espectáculo cautivante de su puente de hielo derrumbándose, el kirchnerismo sigue empeñado en mostrarse como lo que hoy no es, y pretende que los demás así lo consideren.

El mensaje de Cristina emitido durante el acto de celebración del triunfo muestra la resistencia que todavía, tozudamente, se opone desde ese sector. Al contrario de lo que pretendía, su saludo final felicitando “a Axel, a Sergio, a Juan, y también a Máximo, que me está acompañando acá”, más que reivindicar la figura de su hijo, ausente del escenario de la victoria, enfatizó una debilidad declinante.

 

Bola ocho

El discurso de Kicillof, en el mismo acto, fue apenas un poco más satisfactorio. Lo más significativo fue una escueta mención a una convocatoria amplia a sumar fuerzas “en el peronismo y afuera del peronismo”. Hubiera sido sustancioso profundizar el argumento, porque hay mucha gente que quedó suelta. Muchos desencantados que podrían volver o incorporarse al redil. Y será necesario volver a seducir a las huestes propias igualmente hartas del internismo, que encarnó Ofelia Fernández hace apenas un mes y pico:

Correspondería explicarles a ellos, con humildad, las dificultades transitadas para lograr la apática unidad conseguida en tiempo de descuento. Y participarlos de la ideación y construcción de un espacio más plural y más horizontal. El aire fresco está, y con mucha claridad se hace escuchar. Mayra Arena, que representa una corriente original y auténtica, lo viene anunciando desde hace más de dos años:

El triunfo en las urnas sería mejor entenderlo apenas como una decisión arriesgada que por fortuna salió bien. Ni jugada maestra, ni retorno intacto. El panorama sigue siendo tan lábil y frágil como ayer nomás; es un hecho repetidamente comprobado que ya no existen electores cautivos. Los que hoy apoyan masivamente mañana se pasan con armas y bagajes al adversario sin complejos ni culpas.

Quizá sea necesario, para consolidar esa ventaja volátil conseguida, elaborar un consenso interno capaz de articular con otros sectores. Y trabajar sin demasiada fanfarria, sin tanta marcha y reclamos de conducción orquestados desde el aparato. La ritualidad peronista cada vez garpa menos. Porque no tiene otro efecto que ser una rémora insustancial, especialmente cuando la apuesta es llegar a sectores más cosmopolitas en términos de encuadramiento ideológico.

Está claro que no se ganó nada definitivo ahora, ni tampoco serán decisivos los resultados de octubre. El consignismo tampoco será de ayuda si no se puede elaborar una propuesta que haga de la unidad una realidad, y no una necesidad.

Hay un largo camino de ir embocando las bolas restantes, cada una de las cuales debe servir al mismo doble objetivo de refirmar una renovación, ética y estética, de contenido y de imagen, tanto para adentro como para afuera. La bola ocho, la que define el juego, siempre es la última que se juega, pero sólo si antes se han metido las demás.


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