Medios ayer y hoy. Lo que va de Jauretche a mañana
"Unificaron todo el periodismo, la radiofonía y la televisión. Volcaron sobre el papel y sobre los oídos toneladas [...] de injuria y de difamación. Convirtieron en traidores a la patria a los que la habían redimido de las viejas coyunturas a que ellos sirven; presentaron como tiranos a los libertadores, y no hubo basura del rincón o de retrete que no se arrojaran sobre los hombres, sobre las ideas y sobre la fe del pueblo argentino. Llamaron al patriotismo, esquizofrenia; demagogia, al amor al pueblo; [...] libre empresa, a la destrucción del capital argentino para subordinarlo al extranjero [...]. Llamaron jueces a los sicarios; policías, a los matones; virtud, al entreguismo; desfiguraron todo, anatematizaron lo argentino, exaltaron lo extranjero, llamaron valentía al asesinato impune, y cobardía a la resistencia popular. Volvieron a desfigurar la historia, exaltando al cipayo y al vendepatria y denostando al patriota de verdad. Y eso lo dieron por el periódico, por la radio, por el libro, por la universidad, por la escuela. Y lo dieron en dosis masivas, en dosis para adultos, se dormían oyendo la palabra mentirosa del locutor y despertaron oyendo la palabra mentirosa del locutor." [1]
Retrata a la perfección el tiempo presente de la administración Macri, en el cual el hipercontrol de la (des)información se basa en la hiperconcentración empresaria de medios y canales.
El chiste, claro, es que el texto no es de ahora. Fue escrito por Arturo Jauretche en 1958, denunciando el estado de situación durante el gobierno de facto de Aramburu.
Hay dos maneras de reaccionar, conforme el consabido principio del vaso medio vacío o medio lleno. Los partidarios de la escasez sufrirán la desalentadora comprobación de que nada ha cambiado en 60 años. Los de la abundancia, apreciarán que tanto esfuerzo en la calumnia y la deformación del sentido crítico ciudadano fue inútil, a la vista de los resultados históricos inmediatos: la resistencia peronista, el inconformismo de los '60, la aparición de organizaciones armadas y de un ideario libertario que no sólo defenestraba aquella prédica ineficaz, sino que iba más allá y llevaba a la picota al mismísimo modelo de país. O sea, el paquete completo.
Como si, en lugar de alcanzar su propósito, la operación denunciada por Jauretche hubiera obrado como un reactivo que fortaleciera el sistema inmunológico de la sociedad.
LA RUEDA DE LA HISTORIA
Acá viene entonces el espinoso apotegma de que la Historia vuelve a repetirse. No es sólo que lo diga el tango: a fin de cuentas, Cadícamo era consciente de la resonancia de la frase en el contexto poético de un incidente amoroso. No: hay fervorosos acólitos de la aplicación a rajatabla de un juicio de tan improbable y dudosa comprobación. Marx vino a complicarla más al extender el alcance del silogismo: en su versión, la Historia no sólo se repetiría, sino que la primera vez lo haría como tragedia y la segunda como farsa. [2]
Acordemos que es al menos conveniente tomar con pinzas cualquiera de ambos enunciados, a riesgo de caer en simplificaciones o generalizaciones suicidas: hay que tener una competencia histórica de elefante para manipular tal sustancia sin volar por el aire a la velocidad del ridículo, producto de una explosión de insensatez atolondrada.
No obstante, tomando las precauciones del caso, se pueden tirar paralelas y puntos de fuga para organizar los elementos del presente que tenemos a mano en una cierta perspectiva hipotética. Sobre todo si surgen comprobaciones que no pueden resultar menos que inquietantes.
Por ejemplo: resulta que para la misma época en que don Arturo despotricaba contra la manipulación mediática, el doctor Raúl Prebisch, a pedido del mismo gobierno de facto de entonces y desde la secretaría ejecutiva de la CEPAL, diagnosticaba sobre el país:
"La Argentina atraviesa la crisis más aguda de su desarrollo económico [...]. La política económica que se ha seguido en los últimos diez años ha provocado muy serias fallas estructurales. El Estado ha tomado una influencia considerable en las inversiones de capital y no las ha sabido orientar o realizar en la forma más conveniente para acelerar el ritmo de desarrollo del país y atenuar su vulnerabilidad exterior, que ha llegado ahora a su punto extremo". [3]
Suena, ¿no?, como que, mutatis mutandis, es casi lo mismo que se viene escuchando en el discurso oficial desde el fin del 2015 para acá. Ahora se habla, con mucho menos prolijidad que Prebisch, de que habíamos quedado aislados del mundo; con mucha menos autoridad, del papel del Estado devenido reordenamiento del gasto; y con mucho menos recato, de que si los pobres cambian un poco nomás su condición se producen fallas estructurales muy serias.
Así que ya tenemos dos puntos de contacto, de uno y del otro lado del mostrador, que están refiriendo un discurso de época con muchas, muchas similitudes.
ARREPENTIMIENTOS Y ENOJOS
Ahora, resulta que este Prebisch era complejo, por no decir complicado. Porque ya en 1950, desde la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), un observatorio privilegiado para un ojo inquisidor atento a los problemas del subcontinente, se había avivado de que algo olía mal en el mercado mundial. Y su Tesis sobre el deterioro de los términos de intercambio, que lleva su nombre y le dio un prestigio enorme a nivel mundial, dice bien clarito que el tal intercambio estuvo favoreciendo a los países más poderosos en detrimento de los países en desarrollo. Y que no era por ser pesimista, pero todo indicaba que la cosa se iba a seguir dando de la misma manera.
Hasta acá, todo claro, y para la época en que hace su diagnóstico sobre Argentina citado más arriba, Prebisch seguía confiando en que el entuerto se podía arreglar con las herramientas de la economía clásica a mano, más toda la creatividad asimilable a ese marco. Pero en apenas unos años, ya adentrada la década del '60, se desilusiona de los ajustes ortodoxos y pasa a declarar:
"En la realidad latinoamericana existen factores estructurales muy poderosos que llevan a la inflación y contra los cuales resulta impotente la política monetaria. [...] El desarrollo económico exige continuas transformaciones en la forma de producir, en la estructura económica y social y en los módulos distributivos del ingreso. No realizar a tiempo esas reformas o haberlo hecho de un modo parcial e incompleto lleva a esos desajustes o tensiones que promueven la irrupción de fuerzas inflacionarias [...]. Hay inflación porque la economía es estructuralmente vulnerable, porque hay factores regresivos de distribución del ingreso, porque hay insuficiencia de ahorro para acelerar las inversiones [...]. En los adeptos a este tipo de políticas antiinflacionarias, tanto en quienes las sugieren desde afuera como en los que la siguen dentro de esta dura y azarosa realidad latinoamericana, se descubre a veces la noción recóndita de la redención del pecado por el sacrificio. Hay que expiar por la contracción económica el mal de la inflación, sólo que a menudo el castigo ortodoxo no recae sobre quienes la desencadenaron o medraron con ella, sino sobre las masas populares que venían sufriendo sus consecuencias". [4]
O sea que las fallas estructurales provocadas por tal o cual política económica no fueron tales, sino que eran inherentes a la posición subordinada de la economía latinoamericana. Ajá. Así que la política monetaria y los ajustes no resuelven la inflación. Ajá. Así que hay inflación porque la distribución del ingreso es regresiva o, para decirlo en castizo, desigual e injusta. Ajá. Así que los ajustes ortodoxos con la excusa de parar la inflación los pagan aquellos que ya se venían perjudicando con la inflación. Ajá.
Entonces, ¿qué pudo haber salido mal para que con el tiempo se verificaran el Luche y Vuelve, la CGT de los Argentinos, el Cordobazo, la guerrilla, las Formaciones Especiales y sigue la lista?
Cabe resaltar la honestidad intelectual, aunque tardía, de Prebisch. Claro que para entonces, si bien conservaba el reconocimiento internacional, había dejado de ser el niño mimado de los factores de poder y los gobiernos autoritarios argentinos, que se dedicaron a ningunearlo durante toda esa década y la siguiente.
GORILAS EN LA NIEBLA
Si algún logro se le puede atribuir al revanchismo, la execración, el vituperio y la mentira organizada que denunciaba Jauretche en el texto que encabeza esta nota, fue el de las generaciones de contreras, mayoritariamente de clase media, que vivieron su festival con los apóstrofes de Segunda Tiranía y Tirano prófugo; con el Libro Negro, las comisiones investigadoras y los denuestos de todo tipo y factor, propinados sin tasa ni medida, aceptados acríticamente y disfrutados sobre tres imaginarios y primorosos almohadoncitos en los que estaban bordadas las palabras Libertad, Democracia e Instituciones; a tono con el coqueto sofá del living sobre el que recostarse, en donde se podía leer Clases, Jerarquías y Orden (social).
Pero claro, las hojas del almanaque cayeron y, ¿qué pasó con esta gente? Quedaron como unos boludos ante sus propios hijos. Empezaron a convertirse, de papás adorados, en unos cabeza de tacho buenos para nada, que les habían dejado una mierda de país. Frustrados y desconcertados, pero inexplicablemente orgullosos de haber defendido lo injustificable: gobiernos antipopulares y facciosos con los que, encima, estaban cada vez peor. Gorilas en la niebla.
Esos hijos fueron los que tomaron sobre sí responsabilidades que hoy parecen excesivas dada su juventud. Pero es que sabían que no podían contar con sus mayores.
Allí se inscribe lo que puede verse como una de las tragedias de la historia argentina: el quiebre generacional que abrió una brecha en el cuerpo social. O como una epifanía gozosa: la de una generación que por sí misma es capaz de pararse sobre sus pies y sobreponerse a la endeblez intelectual y espiritual de la anterior. El vaso medio vacío o medio lleno.
Para los grandes medios y para los dueños de la torta, los que siempre operan, los que siempre conspiran, los que mientras estás durmiendo maquinan cómo van a seguir teniendo el chupetín por el palito, fue una victoria pírrica. Tanto empeño, tanto trabajo y tanto dinero invertido para tan magros resultados: apenas unos años de contribuyentes obedientes y sumisos. Después, todo se fue a la bosta.
LO QUE VENDRÁ
Por supuesto, nadie puede ver el futuro; y en razón de lo expuesto más arriba a propósito de Cadícamo, Marx y compañía, conviene curarse en salud y no arriesgar pronósticos temerarios, los cuales difícilmente puedan extrapolarse ya que, si bien existen similitudes entre ambos momentos, son más las diferencias, que es precisamente lo que más hay que tener en cuenta.
De cualquier manera, después de las vociferantes, descalificatorias y autoritarias muestras de conciencia política que exhibe buena parte de nuestra sociedad en estos tiempos, es bueno mirarse en espejos que devuelvan algún argumento; aunque más no sea, para la reflexión. Hoy como entonces, cuando Jauretche escribía su alegato contra los mecanismos de la antinoticia, quizá haya que resignarse a la impotencia de no poder confrontar una idea de país. No hay interlocutores válidos: los que ejecutan una política criminal de derecha se cuidan bien de mostrar sus intenciones, y con el común de sus votantes, el trabajo de los medios por ahora rinde frutos: es imposible mantener una conversación en términos políticos que no se reduzca a miserias sobre corruptelas, inconsistencias e infidelidades de uno u otro bando.
Está claro que eso no es lo importante.
Pero toda la intención y la energía del aparato están puestas precisamente en esa meta: que no se piense en términos políticos, sino en los de un programa de chismes de la televisión. Nada de imaginar un futuro. Nada de pensar en cómo deberían ser las cosas, la organización de una sociedad, el reparto de sus bienes. Sin ponerlo en función de los efímeros protagonistas del momento. Sin relacionarlo con persona alguna.
No, eso no. El bombardeo de estupidez es demasiado sostenido para que quede un momento de reflexión. En tres segundos se puede omitir la publicidad, pero después viene otra publicidad, con un formato insospechable, sin que uno se dé cuenta.
Pero qué pasa: están los pibes. Bombardeados al por mayor, desde todos los ángulos. Encerrados en un coto de caza multimedial y convertidos en blancos móviles a tiro de toda descarga de consumo posible, hasta que de tanta descarga queden lobotomizados y sean meros y genuinos consumidores.
No sabemos qué puede pasar con ellos. Pero es lindo imaginar que miran a su alrededor y perciben el panorama deprimente de desorientados y pusilánimes que los preceden en el camino de la vida. Que renuncian a su almohadoncito bordado y se ponen a imaginar un camino y una forma de caminar. Que se rebelan, tomando la rebelión la forma que mejor consideren asimilable a sus medios, a sus recursos y al momento que les toca vivir.
En cualquier caso, son la esperanza. La esperanza de que una vez más la condición humana se rescate (al menos la condición humana argentina, si es que existe).
La posibilidad de que nuevamente el país se reinvente a sí mismo, podrido de todas las lacras, imbecilidades y cretinismos que carga encima.
________
[1] Arturo Jauretche, La mentira de la prensa libre, revista Qué Nº 173, extraído de Forjando una nación. Scalabrini Ortiz y Jauretche en la revista «Qué sucedió en siete días», compilado por Ana Jaramillo, UNLA, Buenos Aires, 2007, pág. 193.
[2] Karl Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Ed. Libertador, Buenos Aires, 2004, pág. 17. Marx hace responsable a Hegel de la idea de que la Historia se repite.
[3] Raúl Prebisch, Informe preliminar acerca de la situación económica de Argentina, citado en Eduardo Nocera, El Plan de Operaciones en marcha. Más allá de Mariano Moreno, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2010, pág. 305.
[4] Raúl Prebisch, El falso dilema entre desarrollo económico y estabilidad monetaria, Boletín Económico de América Latina de la CEPAL, Vol. VI, Nº 1, Santiago de Chile, marzo 1961.
Excelente, Carlos, esta ¿nota? ¿reflexión? ¿convite?
ResponderEliminarHace ya un tiempo que me planteo dejar de lado mi naturaleza sanguínea y no permitir que nadie me meta en la lógica farandulesca y amarilla de los "kasos k" para evitar discutir programas.
Creo que tenemos que trabajar sobre esa estrategia.
Hoy justamente encontré esta idea de Nicolás Casullo que me releva de todo otro comentario: "Yo no creo en la política como una suerte de moralina donde se analiza quién fue corrupto y quién no es corrupto, que eso no es lo importante. La cosa es el contenido. Qué política vas a llevar adelante en relación a lo social, a la injusticia, al hambre, a la salud, a la educación. Según eso te voy a apoyar, y después voy a intentar básicamente que no haya corruptos dentro de esa política. Pero no hay que partir de la base que la única discusión que nos cabe ahora -en un capitalismo que ha totalizado todo- es que hay un capitalismo bueno y supuestamente no corrupto que hay que defender a ultranza, frente a un capitalismo corrupto que hay que condenar. Esto es una antigüedad que los medios han impuesto como sentido común total. La gente piensa que la política se inicia con el descubrimiento del ladrón, y no con la estructura socio-productiva que hoy está planteando niveles de explotaciones terribles".
Eliminar