Para salir del nazi-liberalismo



Con un poco de suerte, en el futuro podremos recordar estos tiempos como un momento alucinado de nuestra historia, en el que cualquier garantía institucional estaba desquiciada y se avanzaba con total indefensión, en manos de una banda de delincuentes encubiertos.
Nuestros sucesores podrán preguntarse legítimamente cómo pudimos resistir la calamidad de la ley de la selva y el despotismo fuera de control.
La podredumbre corporativa que ya venía supurando con las medidas discrecionales por la causa de las fotocopias terminó de salir a la superficie con toda su purulencia excrementicia al destaparse la olla del caso Etchebest y las pruebas en todo tipo de soporte que incineraron a Marcelo D’Alessio.
Pero todo se da en contexto cuando aparecen las denuncias de The Intercept Brasil, que ponen al descubierto exactamente el mismo modus operandi para toda la región, en el marco de la disputa geopolítica global.
La manera en que Estados Unidos lleva adelante la estrategia defensiva de lo que considera su patio trasero es la de siempre: mano dura, manteniendo la apariencia de legalidad en lo posible pero sin detenerse ante ningún obstáculo.
El D’Alessiogate o las revelaciones de Glenn Greenwald en Brasil son los casos extremos, los que ponen en blanco sobre negro el revés de la trama. A nivel local, se distingue un funcionamiento anómalo sistemático que, contrastado con ese atroz marco de referencia, cobra completo sentido.
En estos momentos, Pichetto forma parte del oficialismo y por lo tanto ocupa ilegalmente su puesto en el Consejo de la Magistratura, que corresponde a la oposición. Sin embargo, ha dicho que no lo cederá, y en los próximos días se verá si este nuevo aniquilamiento del equilibrio de poderes galvaniza en otra oprobiosa realidad.
No parece haber defensa posible. Pichetto dijo que si quieren discutirle el cargo pueden “recurrir al camino judicial”. Lo que no parece muy consistente, ya que es el propio Legislativo quien es juez de las credenciales de sus miembros. De cualquier forma, forzar el espíritu de las leyes en función de la conveniencia del partido en el poder parece haberse convertido en norma.
Si no, ¿cómo se entiende que un fiscal citado por un juez lo ignore desde hace casi dos meses, y todos tan frescos? ¿Y que, además, el presidente lo siente a su lado en un acto institucional de relevancia?
¿Cómo la titular de la Oficina Anticorrupción puede incumplir su tarea más elemental e inmediata, que es el control del Ejecutivo; declararlo impunemente, y que no pase nada?
¿Cómo es posible que los sorteos de juicios tengan invariablemente el resultado sospechado por todos de antemano y recaigan en el mismo juzgado? ¿Quién es la persona o las personas que están a cargo del sorteo? ¿Por qué no rinden cuentas y explican lo inexplicable?
El violentamiento de todas las normas de convivencia democrática arrancó tempranamente, en el mismo inicio de la gestión, cuando el presidente intentó meter por la ventana de un decreto a dos integrantes de la Corte Suprema. A partir de entonces se ensayó una aproximación identificatoria entre los ámbitos de ejercicio del poder judiciario y las fuerzas de seguridad.
El poder Judicial determina condenas. Todo el mundo sabe que pena y represión son cosas distintas, con escasas concomitancias. Sin embargo, la maniobra busca confundir ambos conceptos, y entonces las acciones judiciales y las represivas se muestran en obscena promiscuidad.
Así, disposiciones de un juzgado como despejar un corte de ruta en una alejada zona del sur cordillerano pueden traducirse en una acción criminal de persecución, con desaparición y muerte incluídas. O una disputa territorial desembocar naturalmente en asesinato disciplinador.
O bien, prisiones preventivas ordenadas livianamente pueden enmarcarse en dispositivos de pornografía policial sobredimensionados hasta la desmesura.
El círculo de hierro templado por el Ejecutivo entre tribunales arbitrarios y cuerpos represivos con carta blanca para actuar a criterio, reforzado por servicios de inteligencia sin control, que desbordan cualquier límite privado, y medios de comunicación incondicionales, completan el Truman Show de una realidad digitada e inventada, un relato transmedia que establece el decorado y la agenda ciudadana, mientras en bastidores se cuecen otras habas.

Y pareciera no haber mecanismo de defensa posible. Alguna vez recordaremos este tiempo como una pesadilla. Los manuales de historia reservarán un capítulo sombrío a este momento.
Mientras tanto, la resistencia y el no bajar los brazos han sido determinantes. Y consolidar las fuerzas con vistas a la próxima elección será la clave.

La hora de los hornos

El panorama se presenta favorable pero no definitivo. Que el gobierno haya sellado su fórmula con la incorporación de Pichetto resulta incomprensible en términos de conveniencia política.
Las explicaciones que se han ensayado no convencen para nada. ¿Qué puede aportarle Pichetto a Cambiemos? Algunos han mencionado sus contactos fluidos con la justicia federal, con los mercados financieros o con los gobernadores. Tres necesidades que el gobierno no tiene, ya que cuenta con sus propios recursos al respecto.
La sobreactuación de los mercados, pretendiendo insuflarle algo de vida a la alicaída propuesta oficial mediante tenues mejoras de indicadores monetarios, también entrega un mensaje contradictorio a sus seguidores. Para ser coherentes, y a guiarse por tales indicios, deberían conceder que el peronismo no es el problema del país, sino su solución. 
Por ahora, Pichetto sólo refuerza los sectores más ultramontanos de la ideología cambiemita, los del voto cautivo. Y relativamente, ya que pueden sufrir un drenaje radical hacia Lavagna.
Por tanto, las perspectivas son alentadoras, pero igualmente el Frente de Todos tiene que seguir ampliando y generando un consenso mayor. Por lo dicho en su oportunidad por sus candidatos, ya que no alcanza con una mayoría simple para encarrilar el desastre que dejará esta gestión.
Pero antes que eso, mucho antes, porque hay que garantizar una victoria holgada, que no sólo asegure el triunfo en primera vuelta sino que neutralice los intentos de fraude, electrónico o del clásico, que ya están muy activos y avanzados.
Con el dispositivo mediático a favor, las consultoras amigas manipulando encuestas y tendencias, la venia de la embajada norteamericana y la desesperación propia, están lanzados a ganar de cualquier manera, fraude patriótico mediante si es necesario.
Muchos de los integrantes del partido en el poder, funcionarios, legisladores o judiciales, saben que el horno no está para bollos, y que en caso de no mantenerse irán a parar al banquillo de los acusados, empezando por Macri, como lo anticipara el mismo Pichetto no hace tanto, cuando todavía fungía como opositor.
Su nerviosismo entonces, y su lema de a cualquier costo, resultan más que evidentes.
La inteligencia y la muñeca de los dirigentes, y la militancia de las bases, tienen mucho trabajo todavía por delante.


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