Los buitres vuelven por más
Hace un par
de días se difundió profusamente un editorial de The Wall Street Journal, en el que se hacían severas advertencias
sobre la gestión de Macri, y se alertaba sobre la posibilidad de que no pudiera
concluir su período. “Los peronistas esperan terminar su presidencia
prematuramente. Podrían conseguirlo”, es el subtítulo de la nota (“The
Peronists hope to end his presidency prematurely. They may well succeed”). El
título “La inflación acecha a Macri”, explícito por lo perentorio, puede
consultarse en https://www.wsj.com/articles/inflation-stalks-macri-in-argentina-1518383551?mod=searchresults&page=1&pos=1.
Los grandes
medios dieron gran cobertura a la admonición. Ciertos espacios opositores,
identificados con sectores progresistas y de izquierda, insólitamente
comentaron con ánimo casi celebratorio la noticia.
El caso es
que no hay nada que festejar. Por varios motivos; entre los más obvios, que una
interrupción institucional que desalojara a la administración de Cambiemos tendría un costo mucho mayor
para el conjunto de los argentinos que para la cáfila de Macri & Co.
Una caída
semejante no se produce sin un derrumbe caótico previo y una crisis política,
social y económica que sólo empeoraría los indicadores del país. La
inestabilidad política repercutiría en las condiciones de importación y
exportación y en la política de precios internacionales de y para con
Argentina; colapsarían el ya desnutrido aparato productivo y los planes de
obras oficiales en marcha, que mueven una parte no menor de la economía. Y los
muertos, porque siempre los hay en estas situaciones.
¿Quiénes se beneficiarían?
Los de siempre, los que van a aprovechar las corridas bancarias, especular con
el fantasma del desabastecimiento, comprar bonos regalados y fugar capitales. No hay nada para ganar en
ese panorama; es la primera lectura cuya ausencia sorprende en esas eufóricas
manifestaciones que enarbolaron en las redes, como una consigna, la nota del The Wall
Street Journal.
Hay una
segunda lectura que hubiera sido auspicioso ocupara un lugar más protagónico en
los comentarios, y que tiene que ver con el ámbito de origen de la nota y con
sus reales intenciones.
The Wall Street Journal, que se ufana de ser el diario más leído
en los Estados Unidos, forma parte hoy del multimedio multinacional de Rupert
Murdoch, que lo incorporó a sus posesiones en 2007. Se calcula que Murdoch
controla el 75% de los contenidos que se ven en el planeta a través de sus
operadores de cable, satélite y televisión, además de los medios gráficos. Murdoch,
se sabe, es un inescrupuloso en el manejo de la información: las técnicas para
recabar noticias, comprar voluntades y extorsionar a figuras incluyen todo tipo
de medios ilegales: escuchas telefónicas, sobornos a policías, hackeos informáticos…
The Wall Street Journal, un diario
largamente centenario, de cualquier modo, se mantiene (por ahora) lejos de este
tipo de escándalos, intentando preservar el prestigio logrado por sus socios
fundadores, el reportero Dow y su colega Jones. ¿Le suena? ¿Dow Jones? ¿El
índice bursátil que volvía locos a los clasemedieros argentinos que promediando
la década del ’90 se sintieron listos para jugar (y perder) todos sus ahorros
en la Bolsa? Como su historia y su nombre lo indican, The Wall Street Journal centra su visión en el mundo financiero,
que según pasan las épocas, en estos tiempos neoliberales ha reunido los
principales resortes de poder global en sus manos especulativas.
La dama de hierro del periodismo
Pero las
notas en un diario las escriben periodistas. En el caso de la apocalíptica
profecía sobre Macri, la autora es Mary Anastasia O’Grady. ¿Quién es Mary
Anastasia O’Grady? O’Grady no sólo es periodista del diario desde hace casi
veinte años. Desde 2005, también forma parte de su consejo editorial. Además,
integra la junta directiva de la ultraconservadora Liberty Fund (https://libertyfund.org/officers-and-board-of-directors).
Y por añadidura colabora con otra entidad archirepublicana, Heritage Foundation, en la elaboración
del Index of Economic Freedom, un
anuario que rankea a los países según sus estándares neoliberales (https://www.heritage.org/index/).
O’Grady es
una reconocida enemiga de todo lo que huela a gobiernos populares,
particularmente en América Latina. Es más, mantiene una columna los días
domingo titulada The Americas, el
último de cuyos envíos es el que nos ocupa.
Su principal enemigo
histórico fue Fidel Castro, a quien llegó a acusar de aniquilar a los judíos en
Cuba, de desarrollar virus como armas de guerra y de dar asilo al terrorismo
islámico. Pero ahora que el comandante no está se las arregla arremetiendo
contra Cuba (en general) y haciendo especial foco en Venezuela, oponiéndose a las
negociaciones de paz en Colombia y al proceso similar llevado adelante en El
Salvador con el FMLN, denostando el proceso eleccionario en Ecuador, a Lula y
Dilma en Brasil y, en fin, a todo lugar que sea menester desinfectar de
regulaciones y desviacionismos izquierdistas o estatistas. El corpus de su obra
difamatoria y flamígera puede consultarse en https://muckrack.com/mary-anastasia-ogrady/articles.
La revista estadounidense
The Atlantic, que no es precisamente
de izquierda pero sí un poco más moderada (o que al menos conserva cierta vergüenza
periodística), ha dicho de ella que todavía vive en la Guerra Fría. “Si no la
conociera, podría decir que Mary Anastasia O’Grady, la polemista del Wall
Street Journal que nunca conoció a un fascista de la oligarquía de Centro
América que no le gustara, se está preparando para invadir la Bahía de Cochinos
otra vez”, arrancó su nota Jeffrey Goldberg. Para agregar luego que su columna, plena de acusaciones de todo tipo y tenor, “es
casi patológica en su desprecio por la realidad” (https://www.theatlantic.com/international/archive/2010/09/that-unhinged-mary-anastasia-ogrady-column/63591/).
La
organización independiente NACLA (North American Congress on Latin America)
piensa parecido. “El problema con ella es que en cuanto empieza a escribir
defendiendo a alguna oligarquía latinoamericana, la sangre de los campesinos comienza
a brotar entre las líneas, y sus mentiras desternillantes no alcanzan a
absorberla”, ironiza el posteo de Peter Beattie (https://nacla.org/blog/2012/6/11/theres-something-about-mary-anastasia-ogrady).
En CounterPunch, una publicación
independiente con base en Washington, Hilary Goodfriend, a pesar de su
apellido, no logra simpatizar con O’Grady: “La tarea de refutar a la señora O’Grady
es desalentadora hasta la extenuación. Es, por supuesto, un sello distintivo de
este tipo de propaganda de la Guerra Fría reaganiana: abrumar al público con
tanta desinformación que los que buscan la verdad se atrasan analizando para rebatir,
una por una, la intrincada cadena de mentiras” (https://www.counterpunch.org/2016/05/06/the-wall-street-journal-is-playing-dirty-in-el-salvador-again/).
O’Grady, por
supuesto, fue acérrima detractora del kirchnerismo, haciendo gala de la misma
visión esquemática y maniquea con la que aprecia (o, para hablar con mayor propiedad, desprecia) todos los
procesos latinoamericanos. En 2014 afirmó sin empacho que en los juicios contra
delitos de lesa humanidad se les había negado el “debido proceso a unos 1.600
prisioneros que eran miembros de las fuerzas armadas o la policía en los años
70” (http://economiaparatodos.net/kirchner-apunta-a-los-militares-por-venganza-2/).
Para abundar, arremetió con que “Kirchner no busca justicia. Quiere venganza
por las pérdidas que los militares le causaron a la izquierda, con la que
simpatiza”. Así, tal cual. ¿Cuáles serían esas pérdidas? ¿Acaso sus vidas? ¿Sus
hijos? ¿Sus bienes? ¿Su dignidad humana? La fuente que cita O’Grady para su
nota es la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, una agrupación ultramontana de defensa de represores. El matutino La Nación, que antaño se ufanaba de su excelencia
periodística, supo publicar notas de O’Grady. Se puede consultar su portfolio
en http://www.lanacion.com.ar/autor/mary-anastasia-ogrady-1931.
No es raro entonces que hasta lapoliticaonline.com, publicación
digital a la que no puede tacharse de kirchnerista, se haya mofado de sus
exageraciones, acerca de que los Kirchner “forjaron el apoyo popular al
fomentar el divisionismo, sembrar la envidia y el odio, defender la venganza y
nutrir la dependencia. Cultivaron una cultura del miedo usando tribunales
politizados y turbas en las calles” (http://www.lapoliticaonline.com/nota/92278/).
Sin embargo, en esa misma
nota de 2015 citada adelantaba el argumento que nos interesa: “Argentina se encamina a
otro colapso. La prueba para el próximo presidente será cómo hacer malabarismos
con el ajuste económico mientras restaura la credibilidad institucional y
recupera una cultura de tolerancia”. En buen castizo, los malabarismos serían cómo hacer pasar el ajuste económico mientras la gente se distrae con los abalorios de
la credibilidad institucional y la cultura de la tolerancia, valores
indiscutibles que, en un contexto de guerra declarada, todos se encargaron de
dinamitar, no sólo el gobierno de Cristina, sino también, solidariamente, todo
el arco político, con especial protagonismo del Pro y de la UCR; parte del
poder judicial; las cámaras empresarias y especialmente las agroganaderas; y
los fámulos de los grandes medios de comunicación, incluida la propia O’Grady.
Poniendo estaba la gansa
Ahora, y
volviendo al principio, lo que está diciendo Ms. O’Grady cuando titula “La
inflación acecha a Macri”, no es lo que sugiere el subtítulo, que los
peronistas (ese cuco para todo servicio desde siempre) podrían lograr que no
termine el período, sino que a lo del gradualismo hay que meterle un poco de
gas porque el ajuste económico viene
muy atrasado y los malabarismos ya se
están pasando de rosca y encima resultan improductivos.
Lo de O’Grady
es una dura advertencia desde el corazón del sistema financiero internacional,
en el sentido de que los cheques en blanco se acaban y hay que empezar a mostrar
resultados más consistentes. Lo que acecha es la inflación, no los peronistas,
y a la inflación se la baja ajustando. No hay otra receta conocida en el
universo neoliberal.
Si uno era
dueño de una fábrica, tenía que comprar insumos a buen precio y pagar salarios
a los obreros y otras obligaciones; pero vendía lo producido con un margen
de diferencia, y eso constituía su ganancia. Lo que Marx llamaba plusvalía. Esa ganancia
tenía dos aplicaciones: en parte se reinvertía para expandir la producción y en
parte iba a activos financieros y rentas; ambas vertientes engordaban la
riqueza del capitalista. Pero las crisis de producción y el esquema neoliberal
hicieron que la valorización financiera vía tasas de interés por inversiones
especulativas de cualquier tipo (bonos, acciones, etc.) sea más conveniente que
producir. El problema es que la guita de algún lado tiene que salir, y si no se
produce nada, el circuito financiero no genera de por sí riqueza genuina. La única
forma de mantener la rueda de ganancia es provocando una transferencia de
recursos del sector consumidor al financiero: recortar políticas públicas,
bajar salarios, bajar empleos, crear miseria. Es la única manera de generar
dinero en un sistema improductivo. Ahora, claro: cualquiera se da cuenta de que
ese camino es corto, y en algún momento se termina. No importa; en los negocios
con dependencias coloniales siempre importó el corto plazo. Total, si no se
preocupan por el calentamiento global y el aumento del nivel de los océanos, ¿por
qué van a calentarse por lo que pase con la gente en países de morondanga?
El aviso para
Macri es claro: se acaba la paciencia, se acaba el blindaje mediático, se
acaban los créditos. Lo que se viene de ahora en más es la acostumbrada
apretada creciente para cumplir con todo lo prometido. Porque eso de prometer
una cosa y hacer lo contrario corre para los giles que votan, no para los
dueños del circo. Eso es algo que está claro para todos.
Para que se
familiaricen, les dejo un breve video de Ms. O’Grady sobre el régimen
castrista. Enjoy it.
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