La sombra de Bolsonaro sobre nosotros




La conferencia de prensa de Macri al día siguiente del desastre electoral en las PASO del domingo 11 de agosto dejó todo tipo de valoraciones, ninguna favorable al protagonista. Más allá de diagnósticos sobre su condición psicopatológica, su calidad humana o su (in)capacidad política, lo destacable fue que en sus dos apariciones (la del domingo a la noche, al anunciar la derrota; y la del lunes, en la conferencia) se mostró lo más cercano a la autenticidad que le es dable manifestar.
Ni bonhomía exagerada, ni lágrimas conmovidas, ni el último ensayo de exasperación y gritos destemplados (motivados indistintamente por fingidos ataques de enojo o de euforia). Un Macri más real, más humano en su inhumanidad, más genuino en su frío desprecio por lo que no signifique el abroquelamiento en sus propios intereses.
Pareciera ser, por otro lado, que el coucheo tiene sus límites. Lo que apareció como novedad de peso aniquilador en el escenario político hace pocos años, hoy luce como un recurso gastado, un poco vintage, mostrando marionetas patéticas a las que se les notan los hilos. El ambiente de culebrón caribeño recreado en discursos de otros momentos hoy ya se muestra kitsch; a veces cache, directamente, que incluso suena más apropiado.
En defensa de la técnica habría que decir que su eficiencia depende de la calidad de los intérpretes, que no destacaron precisamente por su plasticidad histriónica (Macri, Vidal, ¡Esteban Bullrich!). Es imposible creerles nada, por mucho que se empeñen en aparentar sinceridad. Ni siquiera si dijeran la verdad. A esta altura, ya son el cuento del pastorcito.

Macri y el cuento del pastorcito. Foto: Rubén Digilio

Las respuestas agriadas de Macri en la conferencia dejaron al desnudo, por una vez, su pensamiento duro, y permitieron entrever otras motivaciones oscuras. La testarudez de poner las culpas en otra parte responde a su voluntad de endurecer la campaña. De retomar la iniciativa por el lado destructivo e intimidatorio, tanto hacia el electorado como hacia la oposición; de quemar las naves e ir a una estrategia de todo o nada. Après moi le déluge.
Esta actitud podría atribuirse a un egoísmo extremo, un narcisismo maníaco. Un rey como Luis XV podría darse el lujo de ostentar olímpicamente esa indiferencia por el diluvio que ahogara a todos tras su muerte. Finalmente, era un rey, y en el apogeo del absolutismo. Todavía faltaban treinta años para la revolución francesa.
Pero es inconcebible esa actitud en un representante democrático del siglo XXI. Y además, Macri no gobierna solo, como un rey, que no le debía nada a nadie, ni siquiera a su Corte. Macri está sostenido por una estructura partidaria. Y si bien ni la trayectoria ni la capacidad destacan en un funcionariado al que es difícil encontrarle méritos, compuesto por empresarios new age, arribistas codiciosos y acólitos acríticos sin formación, algunos ostentan blasones con los que podrían apuntalar sus reparos a ciertos rumbos y decisiones.
Si bien el radicalismo residual ha devenido en una casta de burócratas serviles, alguien podría levantar la voz frente a los exabruptos con que nos han prodigado estos años. Quizá haya que considerar que casi todos dejaron su línea suscripta en el idiotario del gobierno, y por eso nadie tiene la suficiente autoridad. Quizá haya que ver como un logro haber podido frizar a Michetti y, en los últimos dos meses, relativamente, a los Bullrich.
Pero especialmente el último tiempo, las principales defecaciones orales corrieron por cuenta de Macri y, en escala que progresa desde el disparate a la imbecilidad, su más firme aliada, Carrió.
¿Cómo es que nadie ha levantado un dedo índice para señalar su oposición a las surtidas prácticas antidemocráticas, endurecidas este último año?
Aquí es donde empiezan las especulaciones.

Semilla de maldad

¿Por qué el proyecto Cambiemos apostaría a perder la poca ascendencia que le queda sobre su electorado apretando las tuercas todavía más y ensayando jugadas de dudosa (por no decir nula) jerarquía institucional, a riesgo de desaparecer como expresión política? ¿Por qué jugaría a cara o cruz su supervivencia con una movida de temeraria agresividad que lo deja expuesto al vapuleo que puede propinarle el rival?
Existen inquietantes sospechas sobre estas motivaciones aparentemente suicidas y que quizá sean tácticas calculadas. Podrían sintetizarse en dos.
A la primera alternativa la llamaremos Incendio provocado. Se trataría de desafiar tanto a la oposición como a la población para incitarlos a incurrir en estados confusos y caóticos, y en  reacciones impulsivas y fuera de libreto que disuelvan la consolidación mayoritaria conseguida en las PASO. Hoy, martes, a menos de 48 horas del triunfo aplastante de F2, ya empezaron a circular cadenas de whatsapp llamando a cacerolazos, que complementan a la perfección el discurso belicoso de Macri, despreciando la voluntad popular expresada en las urnas. Es de esperar que las mismas acciones de inteligencia busquen suscitar también saqueos. Se lo podría catalogar como un intento de auto-desestabilización, que a la vez permitiría profundizar el ajuste en tiempo de descuento, desestabilizar a su vez a la oposición en su posición dominante y justificar acciones represivas. Una carambola a tres bandas cuyo objetivo de máxima sería elevar el nivel de conflicto hasta desencadenar un estado de excepción que interrumpa todo el proceso de recambio institucional. El estado de excepción justificaría la militarización y el despliegue de las fuerzas represivas y la elevación del segmento de opinión de la sociedad radicalizado en la expresiones más reaccionarias y autoritarias. En ese punto, la joya de la corona, que es la reforma laboral exigida por el FMI, pasaría como por un tubo.

Tal para cual: Chispita y Fogonazo. Fuente: El Destape Web

La segunda alternativa podemos nombrarla Incendio natural. En este caso se busca profundizar la crisis en la etapa final del gobierno, ante la evidencia del recambio inevitable. El propósito es condicionar absolutamente el margen de maniobra de la nueva gestión, que ya tiene que arrancar renegociando en duros términos la deuda con el FMI. El FMI sabe que hay que renegociarla y no tiene problemas con eso: posiblemente tal replanteo estaba previsto desde el principio, pensando en las exigencias a imponer en el toma y daca a cambio de prolongar los plazos de ejecución. Los otros condicionamientos serían el empeoramiento de las variables económicas y sociales, con depresión de todo el aparato productivo, exceptuando a los grupos de poder que se han apropiado de la infraestructura básica del país (energía, servicios, peajes), que succionaron a la sociedad un lucro extraordinario y, al contar con tarifas dolarizadas, han blindado su patrimonio en esa moneda, razón por la cual tanto inflación como devaluación del peso los beneficia. Algo así como tener buitres dentro y fuera de casa, con bonos y sin ellos. La tormenta perfecta para que la combustión sea espontánea, el malestar social crezca, la economía se torne ingobernable y se creen las condiciones para que, al cabo de un período, puedan retornar al poder en completo plan Bolsonaro, con lavado de cabeza colectivo y millones de fieles fanáticos convencidos de las ventajas inigualables de la alternativa neoliberal.
Y ahí sí, reformas las que quieras, empomamiento socializado y tutti li fiocchi.

Qué hacer

Ante tal panorama, hay ideas a debatir y considerar.
En lo inmediato, tanto F2 & Troup como su base electoral deben mantenerse al margen de provocaciones del tipo que fueran. Macri tiene que seguir cocinándose en su salsa. F-1 tiene que mantenerse en su postura: por ahora no es más que un candidato. Ni siquiera es presidente electo. No tiene ningún sentido que se mezcle en turbiedades de manejo ejecutivo que no van a beneficiarlo ni a él ni a la gente, y en cambio sí van a favorecer las triquiñuelas de Macri.

Los que votamos, no prestar atención ni a saqueos, ni a cacerolazos, ni a puebladas. No tiene sentido: la elección ya se ganó. Si se sigue en el mismo camino, es indescontable.
Teniendo en la mira el mediano plazo, se debe trabajar en seguir ampliando el espacio. F2 & Troup intentan contactar y sumar a Lavagna. También deberían estar atentos a la dispersión de dirigentes que va a producirse cuando Cambiemos termine estallando por los aires. Se debería buscar captar e incorporar a todos los desencantados que tengan algo de vergüenza nacional, los cuadros medios, los que no son CEOs, los que no tienen cuentas offshore, por repulsivos que hayan resultado en su momento. Es necesario atacar la base social y dirigencial de la derecha. Si eso significa echarle un poco de agua al vino de las propuestas, hay que hacerlo sin dudarlo, porque lo que está en juego es mucho más que uno o dos períodos para consolidar un proyecto. Hacen falta décadas.
Para el resto, para los militantes, para los simpatizantes, para la gente que lee y siente la historia de nuestro país con sentido nacional y popular, queda quizá lo más difícil, que es seguir trabajando sobre ese núcleo aparentemente indisoluble enraizado en la clase media, que sufre y padece las políticas neoliberales igual que el resto de la población, que no tiene bonos de deuda ni fondos en paraísos fiscales ni acciones que cotizan en Bolsa, que la rema como el mejor y que así y todo sigue defendiendo, tal como pide Macri, sin argumentos y sin provecho alguno, lo indefendible. Ese núcleo que no escucha ni entiende razones, y que tampoco quiere hacerlo. Es una tarea ímproba, larga y paciente, y para la que, además, habrá que darse una política.
Pero, hoy por hoy, es el mayor desafío a mediano plazo que tenemos como país.


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