De la fiesta de las Lebacs a la dieta de hospital



Ahora resulta que el único culpable de que el dólar se haya ido a los caños fue Sturzenegger. Tan simple como eso. Nada tuvieron que ver el descontrol inflacionario, la caída de la producción, los déficits fiscal y comercial y otros etcéteras. El festival de Lebacs y la tasa de interés por las nubes es la causa de todo. Si no fuera por eso, como el resto de la economía está genial, no hubiera pasado nada.
Aunque Sturzenegger se revelara como un incumplidor de metas impenitente, es demasiado caerle con el peso de todo. Antes que nada, es demasiado burdo. Nadie se lo puede creer porque, caramba, que todo el gobierno es un tembladeral, que las improvisaciones están a la orden del día y que no se ve por ningún lado una mano experta guiando el barco es algo quizá no del todo evidente para el ciudadano de a pie, pero no puede escapársele a los agentes del mercado, a cuya autoridad se somete incondicionalmente la desnutrida intelligentzia de esta administración.
Ahora es re fácil decir que el manejo con las Lebacs fue irresponsable. Pero desde el inicio de la gestión Macri, a vista y paciencia de todo el mundo, se hizo uso y abuso de la herramienta financiera, sin tasa ni medida. Resulta muy sospechoso y poco sincero el desencanto actual de muchos economistas mediáticos y periodistas por la nula eficacia de una política que cualquier chico de primaria podía juzgar riesgosa, por no decir suicida, desde el comienzo. Y directamente desfachatado el intento de los funcionarios, empezando por el presidente, de despegarse de la responsabilidad. ¿Acaso cada uno de los que asistían a las tan elogiadas reuniones de gabinete no estaba al tanto de lo que sucedía? ¿En dos años y medio nadie advirtió la necesidad de corregir el desquicio?

Parece que no, porque ahora que Sturzenegger pasó de ser una eminencia a una especie de retrasado mental bueno para nada, el gobierno confía en que la gente se va tragar el caramelito de que durante más de dos años se equivocaron de persona. Tiene razones para ello, ya que cuando uno no quiere mirar es imposible que pueda ver. El blindaje mediático es relativo. Cualquiera se daba cuenta de que esto iba al desastre desde el minuto cero, pero aún persiste entre la población el núcleo de emuladores de Menem, cuyos dichos podrían actualizarse del siguiente modo: “Estamos mal pero vamos bien; antes estábamos bien pero íbamos mal”. Ahora, claro, sale Melconian y nos ilumina con que “el caldo de cultivo no fueron los últimos diez días, fueron los últimos setecientos veinte. El disparador es una anécdota, lo relevante es el origen estructural” (https://www.infobae.com/economia/2018/05/13/carlos-melconian-boludeaste-dos-anos-con-las-buenas-ondas-y-ahora-vas-recoger-inflacion-en-la-previa-de-las-elecciones/). Lo cual está muy bien y es muy criterioso de su parte, incluso desde su óptica. Pero, ¿no hubiera sido más provechoso tocar pito y hacer sonar la alarma antes? Si uno fuera un malpensado creería que hay algún sector interesado en que Melconian tenga tribuna y pantalla en este preciso momento, abandonando su despechado ostracismo del último año y medio.
Se han escuchado estupideces y eufemismos a granel estos días, y no fue de los menores que el jefe del Banco Central había perdido la confianza del mercado. ¿Perder la confianza del mercado? ¿No es más sencillo y menos elíptico decir que estaba haciendo las cosas como el ojete? Otra que estuvo sonando en boca de todo el desdibujado equipo de gobierno, comenzando por el desdibujado mayor, el propio Macri, es que las condiciones mundiales de la economía cambiaron y eso expuso al país a otros rigores. Lo cierto es que en el mundo no pasa nada, fuera de una variación de un par de puntos en la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos. Nada fuera de lo común y ocasional. Ninguna economía nacional tembló, salvo la de Argentina. Y eso cuando, es importante repetirlo, en el mundo financiero internacional no pasa na-da. No es la burbuja de las subprime, ni el tequila, ni ninguna de las crisis que se acumularon en cascada en la década del ’90, cuando por estas playas se solía decir que estornudaba la bolsa de Taiwán y Argentina se agarraba una gripe, para graficar el nivel de debilidad extremo del frente económico nacional.
Ese exactamente es el problema: el grado de exposición en el que queda el país, el palacio de cristal en que se ha convertido para hacer frente al menor movimiento que pueda afectarlo, con su aparato productivo en declive y subocupado, la ruptura de las cadenas de valor, el hundimiento del mercado interno, el alto grado de endeudamiento y las reservas declinantes, no sólo las que atesora el Central sino también las de la economía real, en tanto generadora de riqueza. Y todo esto, hay que volver a insistir, cuando no pasa nada y hay calma chicha en el mundo. No quieran saber si llega a existir una convulsión de verdad.


La fábula del enfermo, la cirugía mayor sin  anestesia y la pechuga con el puré de calabaza


Lo que Melconian con su estilo descontracturado no dice, en todo caso, o quizá da por sobreentendido que ni se concibe otra alternativa, es que el modelo de país que –aunque critica– suscribe, no está plebiscitado para considerarlo consumado de una vez y para siempre. O sea: Melconian critica, pero sólo porque considera que los cambios tienen que ser más profundos y definitivos en el mismo sentido. Junto con Espert, Milei y otros expertos de raros peinados nuevos, se alinean en un frente que pide más ajuste, porque creen que hasta ahora se hizo muy poco.
Todo da la impresión de ser una enorme parodia en la que personajes grotescos simulan una pelea sobre el escenario mientras el titiritero mueve los hilos desde lo alto.
Si algo de razón tienen todos estos agoreros es en la fatuidad e incapacidad que ha mostrado hasta aquí el mejor equipo de los últimos cincuenta siglos. Entienden que se ha desperdiciado demasiado tiempo y capital político en venganzas inútiles, caprichos rencorosos y gestos simbólicos a los que se les atribuyó valor esencial. Si uno de los objetivos era reducir la plantilla estatal, los despidos para aligerar el costo humano del Estado se han parecido más a razias de escarmiento que a auténticas medidas principistas; sin contar que han metido a los suyos en tropel, resultando una operación de suma cero. Y eso, para no hablar de la multiplicación elefantiásica en 21 ministerios, que al estar tan atomizados necesitan extenderse en vasos comunicantes (https://www.cronista.com/economiapolitica/El-nuevo-organigrama-del-Poder-Ejecutivo-tras-el-recorte-de-cargos-20180305-0067.html). Más todos esos puestos de nombres chistosos a que nos ha acostumbrado el macrismo en el poder (en momentos de distensión y esparcimiento, se puede consultar http://www.perfil.com/noticias/politica/cuales-son-los-cargos-mas-insolitos-creados-durante-el-macrismo.phtml).
Si lo que se pretendía era hacer reformas, no se han hecho, y en cambio se derrumbó lo que había. Y como no entra en la concepción ortodoxa telúrica un país autónomo, defensor de su mercado y de su industria, que potencie a su población como su principal riqueza, todo se reduce a formas, gestos y actuaciones improductivas. A la estrechez de miras, el gobierno sumó su pródiga estupidez en la acción. Posiblemente, nunca se sepa en qué proporciones se combinaron sus intenciones y su ineptitud. En cualquier caso, el resultado de echarle siempre la culpa a otro lo estamos viendo ahora. Pedir la escupidera al Fondo Monetario, en las condiciones en que pretende hacerlo Argentina, es el colofón de una política, pero a partes iguales por su voluntad y por sus desaciertos.
El panorama ahora ha quedado así: Luis Caputo a cargo del Banco Central y Dujovne en el Ministerio de Hacienda. Ninguno de los dos luce un alto perfil para los cargos; ni como estadistas ni como técnicos. Más bien como un maniobrero capaz de muñequear con contactos el primero y como un cadete confiable el segundo. Otros cambios de nombres en el gabinete no agregan lustre ni jerarquía. El debate en diputados por la ley de interrupción voluntaria del embarazo dejó heridas internas en la coalición gobernante y a la principal sostenedora del discurso oficial y socia política al margen del descrédito generalizado, como una desequilibrada mental y emocional. El dólar no cede y el primer desembolso del FMI se utilizará para… frenar al dólar y cubrir el déficit. Algo así como apagar el fuego con nafta (https://www.lanacion.com.ar/2144938-inicia-una-semana-clave-para-frenar-el-dolar-y-rescatar-lebac). También habrá un rescate de Lebacs… con la emisión de nuevos bonos del Tesoro. Sacar la deuda de un bolsillo y ponerla en otro.
A todo esto, el Congreso objetará el acuerdo con el Fondo y se avecina un panorama de movilizaciones y paros en progresión.
Quienes miran desde afuera, quienes condicionan las políticas de los países y deciden su futuro, deben estar contándole las costillas al gobierno. Al fin y al cabo, tampoco son las condiciones ideales para abrir la mano sin asegurarse ventajas.
Y el gobierno, mientras tanto, con su inveterada costumbre de sacarse de encima los problemas y achacárselos a otro, no dudará en volver a acusar de golpistas a todos los que se opongan, desde el lugar que sea, a su andar errático que sigue derivando indefectiblemente hacia el ajuste y el caos.

Notas relacionadas:



Comentarios

Si querés dejar un mensaje que no sea público, lo podés hacer acá:

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *